expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

martes, 15 de octubre de 2013

Lolita


Aquella Lolita era de todos y de ninguno.

De aquél que le envió una sonrisa de chocolate para endulzarla y un guiño como guinda. Era del pastel con nata que se formó al besarla en las mejillas. Dos, dos espolvoreos rápidos antes de amasarle la cadera con su mano de repostero.

Fue de él, sólo un poco, y fue de ninguno.

De ese que hizo cuenta de sus mejores balances antes de interferir en la ganancia de sus carcajadas sordas. 'No te cierres, le decía, tus inversiones en mí te harán rica'. La embriagó con sus bienes, con el reloj que medía oro antes que minutos, con el carruaje digno de una emperatriz.
Pero se marchó, se marchó de su mundo de rubíes, dejándolo pobre.

Y también fue de él, a medias, y fue de ninguno.

De este, que nada pinta, pero que todo quiere dibujar. Rellenar con su color pobre de acuarela. Con su mezcla de atrofiado ambulante en bocas carmesí, en salientes rosados, en escavaciones sin luz.

Fue de él, por casualidad, y fue de ninguno.

No concebían que aquella Lolita no les pertenecía. No les correspondía. No les incumbía. 

Y tal como vino se fue..
..Provista de toda la carne que conjuró para sí. De toda la defensa que derribó sin escrúpulos. De las conversiones. De las acreditaciones. De los vítores. De las peticiones, inhibiciones, invasiones...
De todo, absolutamente todo, lo que no dio

martes, 8 de octubre de 2013

Mi valor más absoluto.



Era vida lo que desbordaban sus pucheros. Sus llantos llenos de peticiones que sin saber cómo, yo entendía. 
Era felicidad lo que cruzaba sus hoyuelos y amor desinteresado lo que daban sus manitas.
Era pura delicia acariciar su piel inocente, su cabello negro alborozado, su rostro repleto de una confianza que carecía el mundo. 
Era pequeña.., pero tan grande, que mi existencia la ocupaba su diminuto cuerpecito.


La quería. La amaba con toda la pasión que puede tener una madre. Con toda la adoración que le sobra a los escépticos, y con la copia triplicada de los creyentes.
Era mi niña, mi fortuna, mi valor más absoluto.



Su olor, inconfundible, impregnaba las salas con sonrisas. Sus peluches eran recordatorios por cada esquina de nuestro hogar. Y si buscaba, antes de querer encontrar, hallaba dos esclavos de sus impulsos. Tan locamente enamorados de todo lo que envolvía su piel, tan presos de sus gestos, que reían con su risa y lloraban con su llanto. ¡Y cómo, cómo dolía verla sufrir! Ni el peor castigo, ni el más malvado se le asemejaba.


Diminuta habitante, que creció conmigo nueve meses en la intimidad. Buscabamos, ya entonces, su atención entre alguna patadita, bajo la atenta mano de un padre que anhelaba el primer contacto. Sin tenerla, ya era nuestra; una parte de mí en sus ojos, en su pelo.., una parte de él, en su boca, en su nariz. Un mezcla tan extremadamente perfecta, que se imponía a todas las leyes divinas.



Creció tan rápido que pronto dio sus primeros pasos ante la mirada húmeda de unos orgullosos padres.
Qué linda parecía la rutina de los despertares con sus saltos en nuestra cama. 
Qué sincronización tenían sus tonos más agudos con mis prisas a su encuentro..
¡Un sueño!

Era un sueño después de tantas pesadillas.

Era una pesadilla abortada de tan poco vivir..

Y sólo..., sólo quedó el recuerdo de mi cielo en la mísera estrella de una posibilidad.